Había una vez una pareja que esperaba con
paciencia la llegada de su bebé. Vivían en un
pequeño departamento al lado de una vecina a
la que nunca veían. Sólo veían su hermoso
balcón lleno de plantas.
Un día, a la persona embarazada se le antojaron
unos tomatitos cherry que se asomaban desde
el balcón de su vecina. Entonces, le pidió a su
pareja que le trajera algunos para una ensalada.
Su pareja le dijo que no, pues eso seria robarle
a su vecina.
Pero al ver la cara de tristeza de la persona
embarazada pensó que tal vez no sería tan
malo tomar un par, así que se lanzó a arrancar
algunos. De pronto, escuchó una insólita voz
que lo sorprendió:
-¿Acaso te estás robando mis tomates?
-Perdón, perdón, es que mi pareja está
embarazada y se le antojaron -respondió con
temor.
-Ah... Entonces te puedes llevar mis tomates,
pero con una condición...
-No, prefiero irme a comprar unos tomates que
darte a mi bebé cuando nazca -interrumpió
asustado el vecino.
-¿Quién dijo que quiero a tu bebé? ¿Acaso es
esto un extraño cuento de hadas? -preguntó
asombrada la vecina-. Sólo te iba a pedir que
me regaras mis plantas porque me voy de viaje
una semana. Pueden tomar lo que quieran de la
huerta, sólo asegúrense de cuidarla. Yo les dejo
las indicaciones.
La pareja regó la huerta urbana y pensó
seriamente en iniciar la suya, así no se tentaban
con las frutas y verduras de sus vecinos.