Toro macho, padrote como ése, denguno; no nació pa yugo -me decía el jincho Marcelo, quien
una noche negra y hosca le parteó a la luz temblona de un jacho. Lo había criado y lo quería
como a un hijo. Su único hijo.
Hombre solitario, hecho a la reyerta de la alborada, veía en aquel toro la encarnación de algo de
su hombría, de su descontento, de su espíritu recio y primitivo. Y toro y hombre se fundían en un
mismo paisaje y en un mismo dolor.
No había toro de las fincas lindantes que cruzase la guardarraya, que el Josco no le grabase en
rojo sobre el costado, de una cornada certera, su rúbrica de toro padrote.
Cuando el cuerno plateado de la luna rasgaba el telón en sombras de la noche, oí al tío Leopo
decir al jincho:
-Marcelo, mañana me traes el toro americano que le compré a los Velilla para padrote; lo quiero
para el cruce; hay que mejorar la crianza.
Y vi al jincho luchar en su mente estrecha, recia y primitiva con una idea demasiado sangrante,
demasiado dolorosa para ser realidad. Y tras una corta pausa musitó débilmente; como si la voz
se le quebrase en suspiros:
-Don Leopo, ¿y qué jacemos con el Josco?
(alguna imagen poética like... símil, metafora, onomatopeya, hipérbole or personificación)