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En la rama de un árbol,
bien ufano y contento,
con un queso en el pico,
estaba el señor Cuervo.
Al oír un discurso
tun dulce y halagüeño,
de vanidad llevado,
quiso cantar el Cuervo.
Abrió su negro pico,
dejó caer el queso;
el muy astuto Zorro,
después de haberle preso,
le dijo: "Señor bobo,
pues sin otro alimento,
quedas con alabanzas
tan hinchado y repleto,
digiere las lisonjas
mientras yo como
el
queso
FELIX MARÍA SAMANIEGO
Del olor atraído
un Zorro muy embustero,
le dijo estas palabras,
a poco más o menos:
"Tenga usted buenos días,
señor Cuervo, mi dueño;
vaya que estás gracioso,
mono, lindo en extremo;
yo no gasto lisonjas,
y digo lo que siento;
que si a tu bella estampa
corresponde el gorjeo,
juro a la diosa Ceres,
siendo testigo el cielo,
que tú serás el fénix
de sus vastos imperios."