Durante el período de la Independencia de Chile las mujeres no participaron de la lucha armada como sucedió en otros países latinoamericanos como Colombia o Perú, pero sí protagonizaron un activismo político, lo que recién comenzó a ser reconocido desde fines del siglo XIX. Las consecuencias sociales del apoyo a la causa de la independencia y realista arrastró consigo pobreza, desamparo y persecución entre la población femenina capitalina y de algunas provincias, pues su condición de mujeres no fue una característica que inspirara indulgencia en uno u otro bando. Algunas fueron desterradas o recluidas en sus hogares, cárceles o conventos y, a aquellas que poseían patrimonios significativos, les fueron requisados sus bienes. Otras en cambio, se convirtieron en intermediarias ante las autoridades que, apelando al derecho de súplica, se empeñaron en obtener la liberación de sus familiares y la devolución de sus bienes. Por su parte, las más pobres que trabajaban en oficios de lavanderas, cocineras o costureras debieron asumir la manutención total de sus familias luego de que sus maridos, padres o hermanos fueron apresados o asesinados.