Cierto hombre, que habia comprado una vaca magnifica, soño la misma noche que crecian alas sobre la espalda del animal, y que este se marchaba volando. Considerando esto un presagio de infortunio inminente, llevo la vaca al mercado nuevamente, y la vendio con gran perdida.
Envolviendo en un paño la plata que recibio, la echo sobre su espalda, y a mitad de camino a su casa, vio un halcon comiendo parte de una liebre. Acercandose al ave, descubrio que era bastante mansa, de manera que le ato una pata a una de las esquinas del paño en que estaba su dinero. El halcon aleteaba mucho, tratando de escapar, y tras un rato, al aflojarse momentaneamente la mano del hombre, volo con todo y el trapo y el dinero.
“Fue el destino”, dijo el hombre cada vez que contó la historia; ignorante de que, primero, no debe tenerse fe en los sueños; y, segundo, de que la gente no debe recoger cosas que ve al lado del camino. Los cuadrúpedos generalmente no vuelan.