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Los colombianos con ascendencia africana constituyen el 21% de la población actual, de los cuales el 14% son mulatos, el 4% negros y el 2% zambos. La mayoría de ellos se concentran en las regiones costeras del país. El término afrocolombiano es problemático porque en América Latina, afro solo se usa en relación con la cultura (por ejemplo, la religión afrobrasileña), no en relación con las personas.
Los primeros africanos llegaron a la actual Colombia con los conquistadores españoles. Uno de ellos fue Ñuflo de Olano, que llegó al Pacífico con Vasco Núñez de Balboa. En 1534 la corona española otorgó al conquistador Francisco de Lugo el derecho de traer esclavos negros a la provincia de Santa Marta.
En los siguientes tres siglos, varios cientos de miles de esclavos africanos llegaron a Nueva Granada a través de Cartagena o alguna otra ruta, donde permaneció aproximadamente la mitad de ellos. Algunos trabajaban como esclavos domésticos en el campo o en los hogares urbanos de la clase alta. Sin los esclavos negros, el desarrollo de las haciendas de la costa atlántica y del Caucatal, así como los ingenios azucareros de Colombia, Boyacá y Cundinamarca, no hubiera sido posible. Además, los trabajadores africanos debieron trabajar en las minas de oro de Antioquia y Chocó.
Con el paso del tiempo, los esclavos lograron huir una y otra vez. La infranqueable topografía colombiana facilitó la formación de los llamados palenques. Estos eran asentamientos negros de difícil acceso. También sirvieron como centros de entrenamiento para las primeras tropas guerrilleras en Colombia. Muchos Palenques permanecieron relativamente inestables debido al ambiente hostil, pero algunos de ellos pudieron resistir hasta el final de la era colonial. Aún hoy, a 70 km de Cartagena, existe un pueblo con descendientes de esclavos fugitivos, San Basilio de Palenque. Gran parte de la población habla palenquero, el único criollo de origen español en América Latina.