Mis padres me llevaban al parque de atracciones los fines de semana cuando yo tenía ocho años.
Nosotros siempre hacíamos lo mismo: primero montábamos en la montaña rusa y gritábamos mucho. No me gustaba montar en el globo. ¡Qué miedo! Luego nosotros caminábamos por el parque y paramos muchas veces para comer algo y para tomar unos refrescos. Yo siempre comía en menos de cinco minutos, pero mis padres tardaban más tiempo.
Cuando nosotros terminábamos de comer, yo montaba en el carrusel varias veces y luego pedía un globo para llevar a casa. Yo siempre quería un globo rojo y mis padres siempre me compraban uno. Nunca me dieron un oso de peluche porque ya tenía muchos.