La impresión de Colón sobre la superioridad armamentística y cultural de los nuevos llegados queda patente en las descripciones que realizaba de los indígenas taínos al buscar un lugar donde establecer una fortaleza para sus monarcas. Así, por ejemplo, dos días después de haber llegado a América, Colón escribió en su diario:
Domingo 14 de octubre:[...]vide un pedaço de tierra[...]el cual se pudiera atajar en dos días por isla, aunque yo no veo ser necesario, porque esta gente es muy símplice en armas, como verán vuestras altezas de siete que yo hize tomar para les llevar y deprender nuestra fabla y bolvellos. Salvo que vuestras altezas, cuando mandaren, puédenlos todos llevar a Castilla o tenellos en la misma isla captivos, porque con cincuenta hombres los ternán todos sojuzgados y los harán hazer todo lo que quisieren.
En el primer viaje Colón dejó un grupo de españoles instalados en la isla La Española (actualmente República Dominicana y Haití), en un fuerte ubicado en la costa norte y denominado Navidad.[2] A su regreso, con el objetivo de establecerse sólidamente en las Indias y ampliar el descubrimiento para alcanzar los territorios de Catay' encontró a todos los españoles (unos 40 hombres) muertos y la colonia incendiada.[2] Al buscar explicaciones convincentes le fue imposible encontrarlas y, a partir de este momento, sus relaciones con los indígenas fueron empeorando, llegando a amenazarles con hacerlos esclavos si no le entregaban grandes cantidades de oro y especias.[2]